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Son varias las razones por las que los trabajadores sociales y profesionales de la salud, principalmente mujeres, deciden dejar atrás a sus familias y emigrar a otros países. Por un lado, los bajos salarios y las imposibles condiciones de trabajo de sus países, por otro, el deseo de experiencia y cualificación, y, por último, la necesidad de enviar dinero a casa para mejorar las condiciones de vida de sus hijos.
Pero estos problemas no se limitan a los países subdesarrollados. Muchas personas del primer mundo han tenido igualmente que dejar sus países debido al deterioro de las condiciones de trabajo que han provocado los recortes en la financiación. Sin olvidar que la población activa envejece, y muchos prefieren jubilarse.
Para afrontar de una manera provisional la creciente escasez de personal, los países ricos contratan a gran cantidad de profesionales de la salud procedentes de países en vías de desarrollo, países en los que la situación sanitaria es aún peor y en los que más urgentemente se necesita al personal cualificado.
En muchos casos, los profesionales sanitarios extranjeros no están bien tratados. A menudo se les coloca en posiciones nada relacionadas con sus competencias y nivel de formación, como en el caso de las enfermeras, a las que se asignan tareas de asistencia a domicilio. Además, el salario esperado puede no corresponder a la realidad, al igual que el nivel de vida del país, las condiciones de trabajo y la carga de trabajo en sí. Estas personas, que además tampoco están exentas de discriminación de género y racial, carecen a menudo de apoyo sindical.
La ISP ha puesto en marcha una campaña continua a gran escala para abordar los problemas relacionados con la migración y las necesidades de los trabajadores emigrantes. La iniciativa pretende dar a los trabajadores toda la información necesaria antes de decidirse a emigrar, ponerles en contacto con sindicatos de los países de acogida y ayudarles a emplear las nuevas competencias y experiencia adquiridas en la mejora de la atención sanitaria de sus países.
Cualquier persona tiene derecho a emigrar y buscarse una vida mejor. El mundo desarrollado debe tratarlas a todas con el mismo respeto, en lugar de utilizarlas como mano de obra barata. La migración tiene un lado positivo que debe ser aprovechado. Cuando estos trabajadores vuelven a casa, como hace la mayoría, deben tener la oportunidad de compartir sus nuevos conocimientos, preparación y experiencia en las nuevas tecnologías, y ponerlos al servicio de sus conciudadanos.
Si desea más información, le invitamos a consultar nuestras páginas relativas a la migración.