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25 años después del final del apartheid persisten en Sudáfrica las desigualdades en materia de salud

28 Abril 2019
Jóvenes trabajadores en la Conferencia de la ISP sobre el seguro nacional de salud popular.
Aunque el sistema de la salud de Sudáfrica ha sufrido muchos cambios positivos en los últimos 25 años, las desigualdades sociales en el ámbito de la salud son cada vez mayores entre los diferentes grupos sociales y razas. 50 millones de sudafricanos son usuarios del sistema público de salud, que está insuficientemente financiado, mientras que poco más de 8 millones tienen acceso a la atención privada, que está bien dotada de recursos y sumida en la corrupción.

El 27 de abril de 1994 fue un día histórico en Sudáfrica. Ese día, ahora conocido en el país como Día de la Libertad, el régimen del apartheid fue enterrado ya que los sudafricanos votaron en las primeras elecciones multirraciales en la historia del país, lo que marcó una importante transición democrática.

En 1996 se promulgó la Constitución final de Sudáfrica, que fue considerada como una de las más inclusivas y democráticas del mundo. Reflejaba el espíritu de la lucha popular que puso fin al régimen de segregación racial e incluía una Carta de Derechos. En la Constitución, se establece explícitamente que:

“Todo el mundo tiene derecho a tener acceso a:

  1. Los servicios de atención médica, entre los que se incluye la atención a la salud reproductiva,
  2. Agua y alimentación suficientes, y
  3. La seguridad social, que incluye, en caso de no poder mantenerse a sí mismo y a los suyos, una asistencia social adecuada”.

Esto refleja un enfoque de la salud basado en los derechos humanos que reconoce la importancia de los determinantes sociales y económicos de la salud. Los gobiernos posteriores al apartheid han realizado importantes esfuerzos para mejorar el acceso a los servicios de atención médica durante las últimas dos décadas y media, y se han realizado progresos.

Sin embargo, estos progresos siguen siendo inadecuados. Sudáfrica sigue siendo una “nación enferma”, tal como señaló Mark Heywood en un artículo, en el que llama la atención sobre la “crisis de la salud” que está atravesando el país. Señaló que:

  • Se estima que cada año hay 300.000 casos de tuberculosis y 80.000 muertes relacionadas con la tuberculosis;
  • 8.000 bebés mueren cada año durante el parto o poco después de nacer por causas evitables relacionadas con fallos en el sistema de la salud;
  • El 30% de los niños está desnutrido y la obesidad en la adolescencia y la edad adulta es frecuente debido a las medidas adoptadas para reducir las carencias causadas por el hambre infantil;
  • Hay una epidemia de cáncer en expansión y las personas mueren porque los medicamentos contra el cáncer son muy costosos y por la escasez de oncólogos en el sistema de salud pública;
  • Cada año hay 270.000 nuevas infecciones por VIH y 89.000 muertes relacionadas con el SIDA;
  • Existe una corrupción generalizada en la adquisición de equipamiento y productos médicos;
  • Un gran número de médicos y enfermeras que han recibido su formación en el sector publico están abandonando el sistema público de salud– migran o ejercen su trabajo en el sector privado.

Heywood observó correctamente que esta inquietante situación es sintomática de la desigualdad heredada del pasado de Sudáfrica. Aunque, al mismo tiempo, agregó que se podría haber hecho mucho más para mejorar la situación.

“Los estudios han demostrado que las desigualdades sociales en el ámbito de la salud entre los diferentes grupos sociales y razas están aumentando en Sudáfrica como resultado del legado del apartheid” [1]. Por ejemplo, “en 1987, el número de dentistas blancos para cada persona de la población blanca era de 1:2.000, mientras que para la población negra era de 1:2.000.000” y en 1990, la proporción de médicos y pacientes en las áreas urbanas (en gran medida dominadas por la población blanca) era de 1:900, mientras que en las áreas rurales (dominadas por la población negra) era de 1:4.100[2].

Sin embargo, tras la transición hacia una Sudáfrica democrática, “las políticas macroeconómicas, que fomentan el crecimiento en lugar de la redistribución, favorecieron a la persistencia de las disparidades económicas entre razas” y esto ha contribuido significativamente a los graves desafíos en materia de salud pública con los que se enfrenta actualmente el país[3].

La raza sigue siendo un determinante social importante de la desigualdad, en el que es probablemente el país del mundo con mayor desigualdad. No obstante, la desigualdad social por motivos de raza en Sudáfrica debe entenderse junto con las fuertes divisiones de clase, ya que un número creciente de ciudadanos negros de clase media y la clase alta se benefician ahora del sistema, en la industria, el comercio y a través de vínculos neopatrimoniales con el estado[4].

Por lo tanto, las dinámicas de las desigualdades en el ámbito de la salud se pueden entender mejor si se entiende la disparidad entre la calidad de la atención disponible para casi 50 millones de sudafricanos (la mayor parte de ellos de las áreas rurales), que solo pueden acceder a los servicios de salud a través del sistema público de salud insuficientemente financiado, y los poco más de 8 millones de sudafricanos (principalmente de las áreas urbanas), que cuentan con una “cobertura para la asistencia médica” que les permite tener acceso a unos sistemas privados de atención a la salud bien dotados de recursos y subvencionados por el estado.

Por ejemplo, mientras un médico ve a 2.457 personas en los centros de salud pública, la ratio estimada de médicos y pacientes en el plan de asistencia médica es, sin embargo, de 1 por 429. Estas cifras divergentes son bastante alarmantes ya que son tan solo la punta del iceberg. Los centros de salud privados tienen un equipamiento más actualizado, suministros médicos adecuados y tienen unas condiciones más favorables para proporcionar atención.

Sudáfrica podría estar una vez más en la cúspide de la historia con el recientemente redactado Seguro Nacional de Salud (SNS).

Las afiliadas de la ISP y las organizaciones de la sociedad civil están llevando una campaña en favor de un SNS popular que no esté vinculado a los planes de asistencia médica. La salud que se financia con fondos públicos debe ser para los ciudadanos y no debe usarse para subvencionar las compañías de seguros y los proveedores de salud privados. La atención médica privada ha demostrado su incompetencia y su grado de corrupción, con los ZAR 22 mil millones (USD$ 1,57 millones) perdidos anualmente por fraude y despilfarro.

El SNS debería ser un instrumento fundamental enmarcado en una variedad de políticas y programas gubernamentales destinados a fortalecer el sistema público de la salud y debería contar con la participación activa de los ciudadanos.

Se trata de un paso importante para hacer retroceder la persistencia de las desigualdades en el ámbito de la salud en Sudáfrica. El siguiente paso es garantizar que las personas se antepongan a los beneficios a la hora de configurar las políticas macroeconómicas y sociales en general. La garantía para una igualdad duradera en el ámbito de la salud radica en abordar los determinantes sociales, económicos y ambientales de la salud.




[1] Obuaku-Igwe, C. C. (2015). Health inequality in South Africa: a systematic review. African Sociological Review/Revue Africaine de Sociologie19(2), 96-131, pp: 98

[2] Heywood, M. (2007). A background to health law and human rights in South Africa. Health and Democracy: A Guide to Human Rights, Health Law and Policy in Post-apartheid South Africa, 2-29, pp: 12

[3] Coovadia, H., Jewkes, R., Barron, P., Sanders, D., & McIntyre, D. (2009). The health and health system of South Africa: historical roots of current public health challenges. The Lancet, 374(9692), 817-834.

[4] Lodge, T. (2014). Neo-patrimonial politics in the ANC. African Affairs, 113(450), 1-23.

Ver también